domingo, 30 de agosto de 2015

Pantano del Cenajo, recuperando la Memoria Histórica.

Placa Embalse del Cenajo de la inauguración por Franco.
Memoria Histórica rescatada
La tumba de un embalse franquista
Pantano del Cenajo (Murcia).
Durante 20 años trabajos forzados de los presos políticos

Matrícula de Honor para el estudio de un joven historiador murciano sobre otra tumba colectiva:
 
Postal. (mapa península una gran cárcel, sale silueta picassiana rompiendo sus cadenas)
Informe de Etxerat
Ver a los presos políticos alejados cuesta a las familias de 900 a 1.500 euros al mes

El informe elaborado por Etxerat refleja en datos reales el enorme coste de la dispersión para las familias de los presos. Completar las visitas mensuales en la cárceles más alejadas del Estado español requiere casi 900 euros, y cerca de 1.500 en el caso del francés. Completar su manutención o higiene viene a suponer otros 200 euros.
Etxerat ha denunciado reiteradamente los riesgos físicos de la política de dispersión, que se ha cobrado dieciséis víctimas mortales en accidentes, pero ahora pone el foco además sobre otra sangría: la económica. El informe que entregó el 1 de agosto detalla todo lo que deben gastar las familias para visitar a los presos alejados en ocasiones hasta más de mil kilómetros. Una auténtica hipoteca que, además, en ocasiones se prolonga más allá del cuarto de siglo, provocando el empobrecimiento severo y continuado de las familias afectadas.
El desglose se resume en el cuadro adjunto. Por ejemplo un viaje de dos familiares desde Iruñea a Algeciras para realizar en un mismo día la visita semanal y el vis a vis mensual supone 310 euros en la opción más barata (en este caso el autobús a Andalucía de Etxerat) y 630 en la más cara. Tomando como base la más económica, si se le suman las otras tres visitas semanales del mes y a ellas acude solamente una sola persona (lo que supone un coste aproximado de 185 euros cada vez), la cifra total de las cuatro visitas y el vis a vis asciende a 865,80 euros. Etxerat ha cifrado igualmente la factura mensual de las visitas a otra cárcel del sur español, en este caso sudeste, Almería, y el resultante es muy similar: 898 euros.
Por lo que respecta al Estado francés, los gastos aumentan por los mayores costes del transporte o el alojamiento, además de la imposibilidad de fletar un autobús conjunto como el de Andalucía. Se detalla el caso de Bapaume, donde cumplimentar las cuatro visitas mensuales obliga a gastar 1.475 euros (cerca de 515 en el caso de la de dos personas y 325 en las otras tres unipersonales). También el de Liancourt, adonde un solo viaje de tres familiares viene a suponer 643 euros.
Teniendo en cuenta los últimos datos estadísticos que apuntan a que el sueldo mensual medio en Euskal Herria está algo por debajo de los 2.000 euros, ello significa que las familias deben destinar por término medio entre el 50 y el 75% de un salario solo para poder ver a sus allegados, por culpa exclusivamente de la dispersión. Obviamente existen muchos casos más graves, en que los sueldos son mileuristas... o sencillamente no existen.
Los ejemplos incluidos en este trabajo son reales, es decir, no se basan en proyecciones ni estimaciones, sino en facturas contantes y sonantes de billetes de autobús, tren o metro; gastos de combustible y peaje, cuando se viaja en coche propio; alimentación básica en el recorrido; y una noche de alojamiento.
Lógicamente este cálculo deja fuera otros costes imposibles de medir en euros: los del riesgo y el cansancio, porque en todos los casos el trayecto de ida y vuelta, se haga en el medio de transporte que sea, requiere recorrer más de 2.000 kilómetros y emplear más de 24 horas.
Tampoco se pueden computar, añaden, «la tensión del viaje a realizar, siempre a contrarreloj para no perder la visita; el nerviosismo a la entrada de la prisión, siempre temiendo que nos digan que la visita ‘no consta’ y tengamos que volver sin haberla realizado; el agotamiento físico resultante de tener que ponernos en carretera sin descanso entre la jornada laboral y el viaje; la carga física y síquica que exige realizar estos viajes con bebés y menores de edad y lo que estos viajes significan para ellos; la penalidad que estos desplazamientos suponen para personas de edad avanzada o con movilidad reducida…»

El autobús y Mirentxin
Etxerat desgrana también los recursos que ha conseguido desarrollar, hace ya muchos años, para intentar paliar esta situación. Uno es el autobús a Andalucía, que cada fin de semana desplaza a familiares y amigos hasta la otra punta de la Península: Puerto de Santa María y Algeciras (Cádiz). Los allegados de los presos de Sevilla también recurren a él, si bien luego tienen que completar la ruta con otro autobús o un coche de alquiler.
Luego están las archiconocidas furgonetas de Mirentxin, fruto de la solidaridad popular; personas voluntarias que se encargan de llevar a familiares y amigos hasta las cárceles más alejadas, en viajes que comienzan el viernes y cuyo retorno concluye el sábado o el domingo. En la actualidad hay nueve furgonetas, tres de las cuales viajan cada fin de semana a Huelva, Almería y Granada. Las seis restantes se desplazan, por turnos, hasta Córdoba, Murcia, Alicante, Valencia, Castellón, Pontevedra, Herrera de la Mancha (Ciudad Real), Lyon, Roanne, Poitiers, Saint Maur y Clairvaux. Todo ello en un auténtico encaje de bolillos, porque por ejemplo los familiares de las presas en Valencia no pueden utilizarla dado que sus visitas se fijan los viernes y domingos a la tarde, y no los sábados, que es cuando se concentran las de los módulos masculinos.
El precio del billete oscila en función del recorrido. En el caso del autobús se cifra en 110-125 euros y en el de Mirentxin entre 65 y 120. Para aliviar la carga económica de quienes tienen niños, a estos no se les cobra el viaje.
Dado que las plazas son limitadas en ambos casos (en las furgonetas hay capacidad para siete personas además de los dos conductores), se concede prioridad a quienes tienen vis a vis. Esto provoca en la práctica que habitualmente solo se pueda desplazar a una persona por visita en el caso del resto.

Foto. Familiares agrupados en Etxerat.

Módulos, días y horarios de visita, gran escollo añadido
Las dificultades para los familiares no solo se traducen en kilómetros y euros. La distribución de las visitas y sus horarios se ha convertido con el tiempo en un auténtico galimatías que complica todo aún más. Por ejemplo, los diferentes horarios impuestos por módulos en una misma cárcel obligan a largas horas de espera a los allegados que comparten medio de transporte. Hasta el punto de que la primera visita del grupo puede ser a las 9.00 del sábado y la última a las 18.00. Es decir, una jornada entera perdida que añadir a la de ida y la de vuelta.
Tanto en los penales españoles como en los francés, para poder realizar la visita hay que estar allí casi una hora antes de la asignada. Cualquier retraso implica lo más temido por los familiares: quedarse sin verlos.
En varias cárceles del Estado español, los horarios de comunicaciones especiales o vis a vis se designan en días laborables, y solo en algunos de estos casos se autorizan en fin de semana, para lo que se requiere un certificado de trabajo. Así las cosas, resulta bastante habitual que los allegados deban acabar gastando sus vacaciones para estos vis a vis, y que en el caso de los escolares pierdan jornadas lectivas enteras.
Las comunicaciones ordinarias (locutorio) sí se fijan en sábado y domingo, pero con la disparidad de horas ya referida en función de módulos, que para Etxerat resulta «intencionada y arbitraria, sin más objetivo que añadir dificultad a la organización de los desplazamientos».
En resumen, los familiares no visitan a los presos cuando pueden hacerlo, sino cuando se les impone desde Instituciones Penitenciarias. El cuadro se agrava, y mucho, cuando en una misma familia hay dos personas en prisión (padre e hijo, hermanos, parejas...) Etxerat llama la atención especialmente sobre la existencia de parejas que tras estar en una misma cárcel han sido separadas y alejadas en estos últimos meses. Ciertamente para los mayores se duplican el cansancio, el gasto y las dificultades organizativas, pero lo peor vuelve a ser para los hijos e hijas de esas relaciones: «El daño es irreparable».

40 minutos
Es un dato obviamente conocido, pero sigue siendo preciso recordar que los cientos y cientos de kilómetros se recorren, en el caso del Estado español, para una comunicación ordinaria semanal de solo 40 minutos, con un cristal de por medio y a través de un telefonillo, lo que genera problemas de audición. Se le añade el vis a vis familiar autorizado una vez al mes y otro íntimo (de una hora u hora y media de duración en función de cada prisión). Si no se realiza este, no existe la opción de efectuar dos familiares. En el caso de los hijas e hijas menores de 10 años, la legislación prevé un vis a vis «de convivencia», de hasta cuatro horas de duración, pero en la práctica solo se autoriza cada dos o tres meses y a veces en lugares inapropiados.
En el Estado francés, las visitas son de hasta tres horas semanales en locutorios sin cristal, pero con vigilancia continua para impedir cualquier contacto físico. Las condiciones son más estrictas para los preventivos, que por ejemplo no puede tener comunicaciones íntimas con su pareja. Y llama la atención que pueden pasar hasta tres meses desde que una persona es encarcelada hasta que recibe la primera visita.
De GARA

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