martes, 20 de noviembre de 2012

A Marcos Martín Ponce le pegaron atado a la cama // Colombia: La crónica de Lizeth (2 de 3).

 Marcos Martín Ponce “atado en la cama, le pegaron entre 4 carceleros”

Trasladan a Marcos Martín Ponce de la cárcel de Morón de la Frontera. Le han pegado sobre manera. Le ataron a la cama y le pegaron entre 4 carceleros. Tiene un diente roto, la cara hinchada y multitud de hematomas en el pecho, con fuertes dolores en las costillas. Los presos políticos vascos aporrearon las puertas de las celdas con gritos de solidaridad y denuncia.

A su padre, le siguen sin dar información alguna.  
 Hola

(19/XI/!12) Hace un rato que he hablado con Marcos, se lo llevaron a las 4 de conducción, no sabe a dónde. Ya me he puesto en contacto con el abogado porque Marcos me dijo que esperaba una paliza al llegar a la nueva prisión, me intentará llamar cuando llegue para que sepamos donde está y para que los abogados puedan llamar al juez de vigilancia y poder estar vigilado. Se encuentra agotado, y dice que con la huelga va a ser mucho peor.

Por lo que me contó, salía al patio a por su tartera de desayuno como siempre y el funcionario de turno le dijo que no podía salir con eso y empezó a insultarle y él le dijo que no le había faltado al respeto, por lo que el funcionario decide llevarle a la celda donde no hay cámaras, y entre 4-5 empezaron a golpearle, patadas, porras, etc... hasta que con un golpe en la cabeza le dejaron inconsciente. Lo desnudan y le atan desnudo con la ventana abierta, y vomitando sangre, obligándole a votar fuera para que no se ahogara. Tiene un diente roto y está destrozado físicamente, ha mantenido la dignidad tras 15 horas de tortura. Espera que cuando sepamos donde está que mandamos cartas a la nueva dirección de prisión y denunciar su situación. Es muy importante evitar que suceda más y me ha dicho que desde que les han quitado los abogados en las prisiones ya veía venir que sucediera esto mismo, ya que se ven totalmente desprotegidos.  
COLOMBIA:

La crónica de Lizeth.

(2 de 3)

Un mundo nuevo

Aquí, en las filas de las FARC, ya todo era distinto. Todo era mejor para mí. Duré tres meses en curso básico. Fue una etapa muy interesante, porque aquí le arman la cabeza a uno primero y después las manos.

Con el estudio entendí a fondo todo lo que yo había vivido. Comprendí que la pobreza no era por obra y gracia del espíritu santo, sino que había unos responsables. Que los culpables eran aquellos que yo les había visto la cara cuando mataron a mi gente.

Y que ellos eran dirigidos por el Estado. Y que el Estado estaba de rodillas ante un enemigo más grande, la oligarquía norteamericana.

Y también me di cuenta que nosotros teníamos derechos, que cuando un hombre nace tiene los mismos derechos y deberes en la sociedad. Por tanto no tenía por qué haber pobres y ricos.

Comprendí también que ese cuento de Dios había sido una política impuesta por los capitalistas desde hace siglos, para que los pobres crean que ellos viven en la miseria porque así lo dispuso Dios. Y no se den cuenta de la realidad, que si somos pobres es porque una pequeña parte de la sociedad nos roba lo que nos pertenece.

Y todavía hay muchos campesinos y trabajadores que le piden a Dios, todos los días, para que les mejore sus condiciones de vida, cuando en realidad al que hay que exigirle es al Estado que es el obligado a garantizarnos una mejor vida.

Al descubrir todo esto, me di cuenta de que había tomado el camino correcto. Y que estoy aquí es porque amo a mi pueblo y porque quiero que tenga una mejor vida.

Amo a mi madre y a mi padre, pero no lucho sólo por ellos, sino por todos los padres y madres pobres que, al igual que mi familia, sufren en esa Colombia triste. Esta formación y conciencia la he adquirido gracias a la organización.

Después de tres años en filas me trasladaron de unidad y pude encontrarme con mi tío. Me alegré mucho. Y más todavía cuando unos días después me encontré con lo quien yo más anhelaba, mi hermosa hermanita.

Nos abrazamos por un largo rato. Estaba muy bonita, gordita y fortalecida, hablamos muchísimo y estábamos felices de hallarnos juntas. De estar luchando por lo mismo y con las mismas ideas.

A las dos nos resultó muy fácil entender y asumir esta causa, habíamos pasado por la misma historia y habíamos sufrido mucho. Estábamos seguras de lo que estábamos haciendo. Permanecimos juntas cerca de un año. Ella era una excelente enfermera y yo acababa de pasar por un curso de enfermería.

Compartimos juntas los momentos difíciles y los momentos felices. Cuando nuestros compañeros no estaban, dormíamos juntas y comíamos juntas. Nos queríamos muchísimo.

Recuerdo que ella gustaba de jugarse conmigo repitiendo una frase: Usted tiene que hacerme caso en todo a mí, porque de las dos soy la mayor. Entonces yo le contestaba que el cuatro esquinas, refiriéndome al Reglamento, no establecía diferencia alguna entre una hermana mayor y otra menor. Enseguida soltábamos la risa.

Ella ayudaba mucho al tío, y me exigía que me preocupara más por él. La verdad era que entre los tres nos ayudábamos mucho.

Después, mi hermana planteó ante los superiores su deseo de profesionalizarse aún más como enfermera. La trasladaron a otro lugar donde iba a ser posible cumplir su deseo.

Aquí en la guerrilla uno tiene el privilegio de prepararse en muchas cosas, sin el menor costo. Sólo tiene que comportarse correctamente. Tuvo unos ocho meses de preparación y después fue enviada a una unidad de orden público, para que pusiera en práctica todo lo que había aprendido.  

A mí me asignaron a servir como personal de planta en un curso de cuadros. Ahí tuve la oportunidad de aprender mucho en lo militar y en lo político, porque todos los días uno aprende algo nuevo.

Uno nunca acaba de aprender todo, cada día aparece algo por aprender, el conocimiento es infinito.

Después estuve en una comisión de organización de masas. Me encontré con mi hermana en tres ocasiones diferentes, en las cuales aprovechamos el tiempo al máximo para hablar y confiarnos todo.

No volví a verla más. A pesar que la extrañaba mucho, no me indignaba con los mandos por ello. Las dos éramos claras y conscientes de que esta lucha es así, a uno lo necesitan en un lado y al otro en otro lado. Lo más importante es el aporte que se le haga a esta causa, lo más que uno pueda.

Nos escribíamos de seguido, comunicándonos los errores y los éxitos que hubiéramos tenido. Y también nos corregíamos una a la otra por intermedio de esas cartas.

Cerca de un año después me enteré de que había sido enviada a la columna al mando de Danilo y pregunté a los mandos si era cierto. Me lo confirmaron.

La verdad me preocupé un poco, sabía que contra esa unidad los operativos eran duros y frecuentes, pero entendía la situación.

Una mañana escuchamos por las noticias que habían bombardeado un campamento de las FARC y que habían matado a Eliécer y otros 30 guerrilleros.
Yo me dije que ojalá no fuera cierto e hice fuerza porque entre los caídos no hubiera alguno que yo conociera.

A uno le duele la muerte de cualquier guerrillero, porque uno sabe que aún sin conocerlo, es un hermano de lucha que ha sufrido del mismo modo o quizás más que nosotros esta guerra. Pero le duele más cuando son guerrilleros que han compartido años al lado de uno.

Pero también tenemos claro que una guerra, lamentablemente, se trae consigo los muertos de ambos contendientes. Si fuera de otro modo, no sería guerra.

Cuando la noticia, yo estaba trabajando en una comisión. Unos tres días después fuimos recogidos para un campamento.

Saludé con alegría a mi tío que se encontraba allí. Lo noté algo extraño cuando me dijo que teníamos que hablar ahora mismo. Estaba pálido. Yo le pregunté si se trataba de algo grave y él me dijo que sí.

Me asusté enseguida y pensé en muchas cosas, pero en la que no pensé fue precisamente en la que había ocurrido.

Nos retiramos unos metros del resto de la gente y entonces él procedió a decirme que a él ya los superiores le habían informado y confirmado que Yuribí había muerto. Y que lo habían encargado de la tarea de comunicármelo.

Quedé sin palabras. En el instante no me salían las lágrimas.

En lo primero que pensé fue en plantear que me enviaran a pelear, para matar muchos soldados como venganza. Pero luego me entró el dolor y el llanto, y reflexioné.

Nuevamente sentía que me estaban arrancando el corazón, se trata de algo muy duro, algo que uno entiende pero que no le permite resignarse. Perder al ser más querido, al que me había acompañado en las buenas y en las malas. Eso es terrible, no es lo mismo decirlo que sentirlo.
Fueron días muy tristes para mí, pero gracias a mi tío, a mi compañero y al conjunto de la guerrillerada que se solidarizaron completamente conmigo, empecé a pensar en superarlo.

A todos ellos también les dolía, porque mi hermanita era una mujer muy sencilla y se hacía querer mucho de los guerrilleros. Gracias a todos ellos concluí que lo que quedaba era seguir en la lucha, con más fuerza y con más razones que antes.

((continúa y termina mañana))

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