miércoles, 29 de junio de 2011

32 aniversario asesinato de Aurelio Fernández Cario, militante del PCE(r). Por cojones, juzgar la imposible ubicuidad

Memoria Histórica del día:


-1913: Segunda Guerra Balcánica. Bulgaria ataca Serbia.

-1948: Los guerrilleros antifascistas extremeños ocupan Helechosa de los Montes (Badajoz).

-1960: El gobierno cubano expropia a Texaco.

-1965: Movilizaciones multitudinarias y acciones armadas en Argentina ante la visita de Nelson Rockefeller.

-1979: De nuevo en París, es asesinado otro militante del PCE(r). Se trata del impulsor del Socorro Rojo, Aurelio Fernández Cario, de 28 años de edad y natural de Sevilla. Reivindica los asesinatos de ambos comunistas el 28 (Francisco Javier Martín Eizagirre) y 29 de junio el Batallón Vasco Español.

-1979. Muere el trabajador del mercado de Valencia Valentín González Remírez, de 20 años, a consecuencia del impacto de una bala de goma que le dispara a bocajarro un policía nacional varios días atrás, en los que permaneció en coma inducido.

-1979: Teodora Sánchez Ofertorio, vecina de Orereta (Gipuzkoa) y civil, es atropellada mortalmente por la policía nacional en una manifestación en ese pueblo.

-1988: Mikel Arrastia Agirre, vecino de Orereta y militante de ETA, muere en su pueblo al saltar por una ventana huyendo de la persecución y emboscada de los GAR de la Guardia Civil. Tenía 28 años de edad.
-1988: Angel González, civil y vecino de Barakaldo (Bizkaia), muere en ese pueblo por disparos de la Guardia Civil.



AURELIO FERNANDEZ CARIO:



Por cojones

Juan Manuel Olarieta Alberdi
Abogado, escritor y represaliado político

En los tiempos del Imperio Romano, las mujeres -que no podían hacer casi nada- tampoco podían acudir a juicio, ni siquiera como testigos. Sólo valía el testimonio de los hombres. Pero había un serio problema porque aún no se había inventado la Biblia, por lo que es lógico preguntar: entonces, ¿ante qué libro juraban los testigos contar la verdad? ¿en dónde ponían sus manos? Pues en aquellos tiempos los testigos prometían decir la verdad de lo que sabían agarrándose los testículos con las manos ante el pretor o juez romano. De ahí que la palabra "testigo" derive de la latina "testiculum", es decir, testículos. En su declaración ante el pretor el testigo ponía sus cojones como aval de que su relato era la verdad y nada más que la verdad. El testigo es un toca-pelotas y tocarle los cojones a alguien es sinónimo de "fastidiar" en román paladino.

Es lo que pasa con la fiscalía de la Audiencia Nacional, que sigue sacando sumarios como si fueran conejos de la chistera.

Entre París y Madrid llevan nada menos que 10 años de juicios contra eso que llaman la "cúpula" de los GRAPO y siguen apareciendo sumarios, a cada cual más inverosímil. Hemos debido vivir bajo una terrible pesadilla de explosiones y atracos.
¿Cómo no nos dimos cuenta antes? ¿Cómo la prensa no nos informó de que tan pocos podían hacer tanto?

El problema es serio de cojones: la fiscalía de la Audiencia Nacional acusa a la militante de los GRAPO Gema Rodríguez Miguel de cometer un atraco en Madrid cuando llevaba ya meses presa en una cárcel de París. ¿Cómo es esto posible? ¿Se trata de un error?

La explicación no está en el error sino en el horror. Gema ya estaba juzgada y condenada, tanto en Francia como en España. Pero a la fiscalía las condenas nunca le parecen suficientes y sucede como en las rebajas de un gran supermercado judicial, pero al revés: cometa un crimen y pague siete. Es un sistema penal al revés que se apoya en el lema de que es mejor pecar por exceso que por defecto, y para que la condena nunca sea demasiado breve, cadena perpetua.

Sólo hacía unos meses que el juez había llamado a declarar a Gema para preguntarle sobre el atraco a una sucursal bancaria en 2003 y la respuesta fue bien contundente: "Yo estaba en una cárcel de París en ese momento". Luego no hay error posible.

Tendremos que hablar, pues, de otra cosa: de horror.

En un juicio el horror es como en las películas de terror. Si en el rodaje los actores aparecen caracterizados, en los juicios de la Audiencia Nacional los testigos aparecen protegidos. Por eso en un juicio nunca nada es lo que parece, como en este caso, en el cual el fiscal recurre a los disfraces testiculares para demostrar un atraco imposible. Lo mismo que el celuloide, convierte en posible lo imposible.

Lo que quiero decir con todo esto es que tratándose de juicios políticos no hagan nunca preguntas lógicas. Búsquenle tres pies al gato y verán que sólo hay una explicación posible para condenar a alguien por una atraco imposible: por cojones. Después
acuérdense de aquel poema que escribió Miguel Hernández en 1937, en plena guerra, en su poemario "Viento del pueblo":

Valientemente se esconden,
gallardamente se escapan
del campo de los peligros,
estas fugitivas cacas,
que me duelen hace tiempo
en los cojones del alma.

¡Ah! ¡Qué malhablados somos los poetas!

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