sábado, 27 de marzo de 2010

CRÓNICA: Las presas políticas en prisión, doble opresión

CRÓNICA Mesa redonda en Oiartzun y artículo de hemeroteca

La mujer, presa fácil de la tortura y las cárceles diseñadas para el hombre
La aparente igualdad en la que vivimos encubre cualquier atisbo de violencia que sufren las mujeres por el mero hecho de serlo. Y si el escenario son comisarías o prisiones, la impunidad añadida de las FSE las soterra aún más. Cuatro ex presas políticas relataron el jueves en Oiartzun lo que han sufrido entre los muros.

Detención

«Me quemaron los pezones con el fuego de un mechero»

Ane Beristain fue arrestada junto a su hermano y su compañero en 1989. En el transcurso de la incomunicación los agentes de la Guardia Civil le metieron un revólver por la boca. Ella sólo recuerda su sabor a pólvora y cómo pedía a los agentes que dispararan: «No podía más, sólo quería que eso se acabara», explicó ante un público que seguía en vilo la narración.

Ha llovido mucho desde que las mujeres padecen una doble tortura en las comisarías. La oiartzuarra Ixiar Galardi fue apresada hace 28 años, y rememora cómo en el momento del arresto «se me cayó el mundo encima. No puedes evitar pensar que estás en sus manos».

«A ellos no les entra en la cabeza el compromiso político que puede tener una mujer», asegura para explicar que las mujeres siempre son tratadas e interrogadas como «putas».

Más allá del lenguaje sexista y las presiones, en la incomunicación, que en su caso se dilató diez días, los policías le agarraron de los pechos: «Se me hizo insoportable, me apretaban cada vez con más fuerza con sus asquerosas manos».

Beristain fue la más decidida a la hora de rememorar los detalles de aquellos cinco días por que está más que convencida de que hay que contarlo: «Es muy difícil revivirlo, pero hay que hacerlo porque la tortura sigue existiendo, y las mujeres viven lo que nosotras vivimos. Esto se tiene que saber», remarcó.

Explicó que padeció la «bolsa», los electrodos, la quema de los pezones.. Sin embargo, fue escuchar los gritos y sollozos de su compañero lo que pudo con ella. «Para que mi hermano y mi compañero no pasaran lo mismo que yo, mi cuerpo se bloqueó y desde ese momento ni gritaba ni lloraba». Pasaron tres años hasta que pudo contar lo ocurrido en comisaría.

Kristina Gete hace pocos meses que recobró su libertad, y tras su incomunicación, hace doce años, denunció haber sido violada por los guardias civiles. «Cuando entras en la cárcel coges fuerzas para escribir el testimonio de tortura y aprendes a vivir con ello».

Cárcel

«Al construirlas, ni siquiera contemplaron que podría haber reclusas»

Galardi ha pasado dos décadas de su vida en prisión, por lo que el sistema penitenciario no le es ajeno. Conoció la cárcel de Yeserías, que pese a contar con unas condiciones «penosas, con ratones incluidos», recuerda la fuerza y el amparo que otorga el grupo. Allí se encontraban todos los presos políticos. Tras el cierre de Yeserías llegó Carabanchel, donde el régimen se convirtió en «muy férreo». Sin embargo, gracias a la lucha emprendida por el Colectivo, consiguieron las condiciones que tenían de antemano.

En 1989 llegó la política oficial de dispersión de todos los presos políticos, una medida que afectó de manera más cruel a las mujeres al ser un grupo inferior y más fácil de dividir.

Son muy pocas las cárceles que están destinadas a mujeres. La mayoría de las cárceles se diseñaron sin imaginar siquiera que podría haber reclusas, por lo que las mujeres fueron recluidas en espacios adaptados para ello y que ni contaban con un patio, ni mucho menos con gimnasio, biblioteca, sala de enfermería o talleres.

Beristain recordó cómo las mujeres tenían terminantemente prohibido pasar al lado de los hombres, donde estaba la sala del dentista, por lo que a las mujeres les quitaban las muelas en el pasillo mientras eran sujetadas por carceleras, sin anestesia siquiera. Una anécdota que refleja sobremanera la situación de la mujer en la cárcel.

Maternidad

«No te pueden negar también el derecho a la maternidad»

Tan sólo llevaba dos meses en la cárcel cuando Maribel Zabaleku descubrió que estaba embarazada. Sólo tuvo a su hijo durante quince meses, porque no cree que la prisión sea lugar para ello. Los carceleros comenzaron a desnudarlas cada vez que salían al patio y como protesta decidieron hacer un «chapeo», con lo que su hijo estuvo dos meses en una celda donde justamente entraba la cuna.

Gete, sin embargo, mantuvo a su hijo hasta los tres años pero tampoco lo tuvo fácil. Recuerda cómo fue obligada a parir rodeada de policías. Exigió que, al menos, fuera una mujer la que estuviera en el paritorio. «Tuve suerte, se acojonó y salió», recuerda entre risas. Los siguientes meses tampoco fueron fáciles; le vetaban la compra de pañales y ni siquiera era respetada la siesta del niño, ya que entonces tenía que salir al patio con él en brazos.

Sabe que la cárcel no es un buen sitio para nadie, pero insiste en que entre muros «se sigue viviendo y se sigue luchando para hacer realidad los sueños». «Y no nos pueden denegar el derecho a ser madres», subraya orgullosa.


EJEMPLO de TORTURAS

Me detuvieron junto a mis camaradas Carmen Cayetano y Juan García la madrugada del 9 de junio de 2006 en Reus, irrumpiendo de forma extremadamente violenta y destrozándolo todo (puertas, cristales, enseres...).
Una vez esposados y tras la parafernalia de leernos nuestros "derechos", nos sacaron encapuchados y nos metieron en los coches que nos llevaron a la Dirección General de la Guardia Civil en Madrid. Durante el viaje los fortísimos golpes en la cabeza y la provocación de asfixia fueron continuos, avisándome de que aquello "no era nada con lo que te espera si continúas sin hablar" , ya que me había negado incluso a identificarme. En el trayecto a Madrid aprovecharon para robarme dos pulseras, una de ellas de plata.
En la DGGC las primeras 48 horas fueron un continuo ir y venir del calabozo a las dependencias de tortura, donde los golpes, insultos, malos tratos y torturas fueron lo "normal". De forma salvaje me golpeaban una y otra vez en la cabeza, bien con las manos o bien con porras de cartón enrollado. Como consecuencia de estas sesiones de tortura he tenido hasta ahora enormes dolores y chichones. En repetidas ocasiones me desnudaron integra y violentamente, me envolvían totalmente con una manta y una vez en el suelo, y mientras varios me sujetaban, otro sentado sobre mi pecho y estómago me practicaba "la bolsa". A esta tortura uno de ellos llegó a denominarla "el juego de la apnea". En diversos momentos me amenazaron con introducirme un palo por el ano, llegando a prepararlo todo y simulaban que lo estaban intentando. Otra práctica era la de llevarme al agotamiento absoluto, obligándome a estar de pies o cuclillas con los brazos en alto.
El impedimento de dormir fue continuo y las escasas veces que pude descansar un momento, eran alteradas con ruidos y control absoluto.
Alternaban todas las torturas con el papel del picoleto bueno "preocupado" por mi negativa a comer y beber lo que me daban, diciéndome que iba a quedarme muy débil. Pero tal debía ser su "preocupación", que llegaron a cortar el agua del baño donde a veces bebía algo para no deshidratarme.
Al tercer día el trato fue menos salvaje físicamente, aunque el acoso psicológico no cesó ni un instante, e incluso aumentó con preguntas y amenazas a otras personas de mi entorno, sobre todo de Euskal Herria, y muy especialmente referentes a mi compañero David Garaboa -preso político del PCE(r)-. Para entonces, ya me habían enseñado la foto de una amiga personal -que nada tiene que ver con mi militancia comunista- y amenazado con detenerla e incriminarla.
Durante todo el tiempo me efectuaron los interrogatorios y torturas con antifaz ellos, o yo encapuchada. Y me llegaron a decir literalmente "no vamos a llegar hasta el final, pero de aquí puedes salir con muchas secuelas. Lo sabes ¿verdad?".
Constantemente insistían en cúal era mi actividad en el PCE(r). Les indiqué que no iba a hablar de ninguna otra persona que no fuese yo misma; y ello debido a su impunidad total y facilidad para incriminar incluso a la gente que desarrolla una labor solidaria con los presos políticos en el Socorro Rojo Internacional. En ese momento de torturas dialogadoras les llegué a poner como ejemplo el juicio-farsa de 2005 y principios de 2006 en el Estado francés y español contra mi Partido, el SRI, la AFAPP y los GRAPO. Les dije que tanto a ellos como a su amigo y cómplice Garzón les gusta mucho poner guiones (PCE(r)-GRAPO-SRI-AFAPP-CNA-ALA.... ¡Todo es GRAPO!), para de esta manera encarcelar a quien les plazca con la manida etiqueta de "banda armada".
Así que les indiqué que era única y exclusivamente militante del PCE(r) y que, aunque intenten una y otra vez mezclarlo todo, el PCE(r) es un partido político que nada tiene que ver orgánicamente con los GRAPO, que son una organización armada revolucionaria.
Durante el tiempo que duró la incomunicación (unas 90 horas), me llevaron a la que decían era la forense, pero al no ver identificación alguna me negué a hablar con ella, aunque a decir verdad, visto lo que me estaban haciendo y con qué impunidad, ni de la forense real me hubiera fiado. El tercer día le pregunté por su identificación médica y me contestó que "sólo la necesitaba para entrar allí, y no hacía falta que me la mostrase", con lo cual quién sabe quien era la susodicha.
Me negué rotundamente a hacerme pruebas de ADN y a firmar ninguna declaración ante la Guardia Civil. Posteriormente y ante el juez, me negué a declarar. Antes de llevarme a la Audiencia Nacional vinieron todos a "despedirse", insistiendo en repetirme "no te hemos tratado mal ¿no?".
Decididamente, los fascistas y su corte de picoletos tienen un concepto del "buen trato" y del "diálogo" muy diferente al nuestro, al de la clase obrera.
Pero que no les quepa la menor duda: seguiremos combatiéndoles, ahí en la calle o en este nuevo frente que ahora nos toca vivir; pues estamos convencidos que la lucha es el único camino para lograr el socialismo. El único capaz de acabar con el fascismo. Por eso, frente a su diálogo tramposo, seguiremos adelante con la lucha de resistencia.

Arantza Díaz Villar
Presa política vasca, militante del PCE(r)

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