martes, 9 de diciembre de 2008




Los efectos de la crisis económica mundial en España: desempleo y mendicidad de los obreros, "ajuste" del cinturón, ¿hasta cuándo?.


por Juan Manuel Olarieta Alberdi. Abogado y militante del S.R.I.


El paro que azotó primero a la construcción y que se ha ido extendiendo a otros sectores económicos, agudizando la recesión, es la causa que ha provocado que miles de familias obreras se encuentren con la soga al cuello.

Un 15 por ciento más de familias obreras se están viendo obligadas a mendigar para subsistir, según aseguró el responsable de Cáritas en Madrid a comienzos de octubre. El número de obreros atendidos en el primer semestre de este año por la beneficencia supera ya la cifra de todo el año 2007.Además, otras 20.000 familias se han visto beneficiadas de un nuevo programa puesto en marcha esta temporada para atender a menores de 0 a 16 años en alimentación infantil, higiene, equipamiento escolar (salvo libros, “cuyas becas se han recortado sensiblemente”, subraya Cáritas), gafas o audífonos, se encuentran entre el material que los padres reciben. Si no fuera así, los obreros difícilmente podrían afrontar los gastos derivados del nuevo curso escolar”, afirma Cáritas.

El 80 por ciento de las familias obreras beneficiarias de la nueva iniciativa están terriblemente asfixiadas: no tienen ningún ingreso o éstos son tan exiguos, que, como mucho, alcanzan el salario mínimo interprofesional, 600 euros.El perfil tipo de familia obrera es el de una pareja con dos hijos y unos salarios mensuales de 1.300 euros. Si tienen de media entre 700-800 euros de hipoteca las cuentas no salen y cuando la situación supera su capacidad económica acuden a pedir ayuda inmediata a todo tipo de instituciones benéficas, una circunstancia que no habían tenido que hacer nunca hasta el momento, motivada por la reducción de sus ingresos al quedarse alguno de sus miembros en el paro y no poder hacer frente al pago de la hipoteca.Son los nuevos pobres. Han pasado de tener un trabajo y una vida explotada a no poder subsistir, a no poder hacer frente a los tiburones bancarios, a las facturas mensuales y a estar agobiados por las deudas acumuladas.La crisis se ceba siempre con los trabajadores: parejas españolas con varios hijos que se hipotecaron hasta las cejas en pleno auge especulativo cuando los bancos se caracterizaban por su manga ancha y el empleo abundaba.Entre los que más están notando sus efectos se encuentra también la población obrera inmigrante plenamente asentada y estabilizada que, con su documentación en regla y ante el elevado precio de los alquileres se vieron obligados a comprar una vivienda, al igual que en el caso de los españoles. También son núcleos familiares obreros con hijos que fueron viniendo paulatinamente por la reagrupación familiar. Según su responsable, Cáritas Madrid “empezamos a notar los efectos de la crisis en febrero de este año; y de forma más acusada este verano, una época en la que, habitualmente, apenas tenemos actividad por el receso vacacional de la población. Esta vez no hemos parado. En algunos distritos, como el de Carabanchel, no damos abasto”.

El perfil tipo de los que mendigan ayuda económica a Cáritas son obreros desempleados de la construcción, tanto cualificados como sin cualificar, que al finalizar la obra o al reducirse la plantilla se han quedado en la calle, a la espera de cobrar el paro, así como trabajadores de los servicios. En el caso de las mujeres, estas aportaban ingresos trabajando en el servicio doméstico.Un presente precario y un futuro incierto. Cáritas considera que no hemos tocado fondo y la situación empeorará aún más. La incógnita es cuándo empezará a remontar la crisis. “Ahora hablamos de personas que han reducido sustancialmente sus ingresos con un elevado nivel de gastos vinculados a la vivienda.

Pero si esto se alarga cuando agoten el paro caerán en picado. Recibirán la prestación familiar (unos 500 euros) o la renta mínima de inserción (otros tantos)... Y agravarán su precaria situación”.Los obreros que están en el escalafón más bajo acuden a la red albergues y comedores sociales que reciben más visitantes cada día. Allí duermen bajo techo y les dan un plato caliente. Abundan los bien vestidos y aseados, que contrastan con quienes llevan todas sus pertenencias en bolsas y mochilas.

Cada vez hay más obreros en paro, entre ellos españoles, gente no habitual a acudir a estos centros. La tendencia es significativa. Es el caso de Luis, ecuatoriano, de 38 años. “Llevo seis meses en paro. Trabajaba de albañil, sin contrato. No tengo ingresos. Por ahora no puedo enviar dinero a mi mujer y mis dos hijos. Estoy arreglando papeles para solicitar el arraigo. De momento, estoy en un piso con compatriotas que me perdonan el alquiler. Aquí vengo una vez al día”. Él es el ejemplo de los sin papeles que han subsistido con trabajos ocasionales, pero, cuando la crisis golpea, son los primeros en caer. María, de 50 años, es española. “Antes estaba en el otro lado. Una serie de problemas encadenados me han hecho acabar así”, explica. “Es cierto que cada vez hay más gente preparada y con un nivel cultural alto. Yo, por ejemplo, comparto mesa con un médico venezolano”, afirma.

Poco más pueden apretarse el cinturón; su pregunta es: ¿Hasta cuándo?

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