viernes, 8 de marzo de 2013

Especial 8 de Marzo: Memoria y Legado de la mujer revolucionaria.

 8 de Marzo Día internacional de la mujer trabajadora

Memoria y legado de la mujer en la lucha revolucionaria

Herriaren Indarra” La fuerza del Pueblo
Nuevo trabajo, de 110 páginas, editado en Euskal Herria en 2013. Recopilado de varixs autorxs y adaptado por KRG. Biografías y fotos de decenas de mujeres revolucionarias.

Os dejamos con la introducción a dicho trabajo:



El 25 de abril de 1945 en Italia y el 9 de mayo del mismo año en territorio alemán, el fascismo es derrotado. La Resistencia Partisana echó del norte de Italia a las últimas fuerzas del ejército del III Reich que resistían la embestida de la guerrilla antifascista. En Berlín el Ejército Soviético derrota a las tropas nazis el 2 de mayo. El 8 de mayo la Alemania nazi firma su capitulación.

El fascismo fue derrotado militarmente, pero en su forma política, retorno al seno de donde había brotado, es decir, al seno de la burguesía más reaccionaria, que había sido quien acuñó y alimentó esta nueva ideología totalitaria. El fascismo es una forma de poder de la burguesía, pero no de ésta en su conjunto si no que es producto del grado de agudización a que llegan las contradicciones en su propia clase, entre su forma más reaccionaria y la más progresista. Las contradicciones a las que se habían llegado a principios del siglo XXI, durante el cual la lucha de clases desarrollada por las organizaciones obreras y los partidos comunistas en toda Europa, principalmente en Rusia, Alemania e Italia, habían arrastrado a la burguesía a la toma de decisión, a que operase desde el Estado capitalista el fascismo, como forma concreta de su propia dictadura.

Hungría, Polonia, la Unión Soviética, Italia, Ucrania o Checoslovaquia fueron liberadas del fascismo en mayo del '45. En el caso del Estado español, el ejemplo más claro de la convergencia entre las burguesías europeas y el fascismo, sólo las organizaciones comunistas y revolucionarias, así como la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, dieron su apoyo a la guerra contra el fascismo en 1936. Ningún gobierno europeo liderado por la gran burguesía monopolista prestó la más mínima ayuda a la II República.

Durante la II Guerra Mundial se materializó un pequeño avance importante dentro de las aspiraciones de la propia clase obrera. Éste era el acceso de las mujeres a las filas de un ejército, el Ejército Soviético; sería correcto hablar de un “ejército regular” de un Estado soberano como la URSS, ya que en el Irish Citizen Army, ejército republicano irlandés que se alzó en armas contra el gobierno socialdemócrata y proclamó la república irlandesa, también muchas mujeres tomaron parte como militantes. Una institución históricamente ceñida a los estrictos intereses militaristas de una élite oligárquica se encontraba ahora, desde su fundación en febrero de 1918, al servicio del pueblo en aras de la paz y el internacionalismo proletario. Cuando la Wehrmacht invadió territorio soviético en junio de 1941, toda adhesión a la defensa de la patria socialista era de vital necesidad, así el ejército abrió sus puertas para que se unieran a él las mujeres que tomaran la determinación de combatir contra el fascismo. En el resto de organizaciones revolucionarias que lucharon contra el fascismo las mujeres también tuvieron un papel preponderante en la lucha. Las partisanas, guerrilleras antifascistas, demostraron su fortaleza, valentía y firmeza en la lucha contra el invasor. Las mujeres en las aldeas ocupadas, las muchachas en la escuela, transportando información, vigilando al ejército nazi-fascista, dando datos de posiciones o llevando material a otras aldeas y pueblos; en la retaguardia las mujeres fueron una pieza clave para la victoria.

 Los avances logrados en el movimiento obrero, la unidad de clase, habían ido cediendo un tenue espacio a las mujeres en las organizaciones revolucionarias y los Partidos de vanguardia. Nombres propios comenzaba a alzarse por encima del de sus compañeros varones, tomando puestos de dirección y siendo un ejemplo para el resto de compañeras. Pero los avances en la emancipación de las mujeres que permitía la lucha de clases, eran un lento avance. El principal yugo debía ser extirpado, como ellas hicieron con el fascismo. El yugo del patriarcado.

El patriarcado es una institución muy anterior al capitalismo. Engels determinó el origen de la opresión de las mujeres en la aparición de la propiedad privada de la tierra y de la ganadería. La sociedad se estructuró sobre una división sexual del trabajo donde el valor social de las tareas realizadas por las mujeres fue invisibilizado, se las excluyó de la vida pública y de la toma de decisiones. Sobre esta base material, se ha alzado una ideología patriarcal que ha sabido adaptarse e influenciar a la relación entre las fuerzas productivas y el modo de producción; como en el capitalismo

El patriarcado se ha impuesto sobre concepciones culturales en las que la mujer era respetada. El patriarcado no es una “institución” natural o eterna, sino que los estados, la institución política de la clase explotadora, ha difundido esta versión.

Frederich Engels afirmó que en la familia el hombre ejercía el rol del burgués y la mujer el de proletario. Al igual que el capitalismo extrae la fuerza laboral durante un tiempo mayor del que paga y se apropia del producto, los hombres históricamente se han apropiado del trabajo de las mujeres gratuitamente o a cambio de sustento. La pervivencia de la organización patriarcal de la sociedad se apoya en los intereses que reporta al sexo masculino su mantenimiento, en los privilegios acumulados por los hombres en los más diversos terrenos (económico, sexual, laboral, jurídico, cultural, político, etc.) a costa de la opresión y marginación de las mujeres. El capitalismo no ha iniciado la opresión de la mujer, la ha heredado; ha tomado y adaptado para su provecho. Son los hombres quienes ostentan la dirección en el proceso de producción de mercancías y por tanto, quienes todavía dominan el mundo de la política, de las relaciones sociales, y quienes continúan detentando el mando en la mayoría de los órdenes de la vida. A las mujeres, por el contrario, se les ha asignado el trabajo en la esfera privada, el trabajo doméstico y el cuidado de los hijos. el mundo queda dividido en dos esferas: la de la actividad pública, reservada a los hombres y la de la actividad privada y doméstica, reservada a las mujeres.

Toda mujer es una contribuyente productiva a la sociedad, y toda necesidad social, incluyendo las de la vida doméstica, deben entrar en un proceso de socialización. La extensión de guarderías en los centros de trabajo, la aportación del varón a la crianza de los niños y a los trabajos domésticos, etc., no es más que ilustración de unos tímidos avances dentro del propio capitalismo. La lucha de las mujeres para alcanzar su emancipación como género dentro de su propia clase, la lucha feminista, ha conseguido grandes conquistas a lo largo de su historia. La estructura patriarcal no ha sido ajena a estos avances y se ha visto abocada al cambio, al menos en su discurso, para poder seguir presente sin levantar sospechas. Cambiar todo para que nada cambie.



La violencia machista, la negación de la propia sexualidad femenina, las imposiciones a las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo, un segmento de la población femenina en situación de prostitución sexual al servicio del hombre, el trabajo doméstico, la inseguridad en los barrios, la mercantilización de la imagen de la mujer, el paro que afecta a un número mayor de mujeres, la tradición patriarcal de empleos de cuidado y educación asignados a la mujer. El patriarcado se refuerza dentro del capitalismo. Desde el feminismo de clase, revolucionario, la necesidad se encuentra en hacer un análisis materialista del origen histórico y de las raíces sociales de la opresión de la mujer, que arrastran consigo todas estas y más situaciones de explotación e imposiciones a la mujer. Debe realizarse un análisis materialista de la desigualdad entre sexos, sin caer en el error, de percibir la explotación de la mujer únicamente como un aspecto de la explotación de la clase obrera. El socialismo, la primera fase camino de la sociedad comunista, en el cual la clase obrera se hace con el poder del aparato del Estado mediante la fuerza para reprimir a las clases explotadoras e implantar la dictadura del proletariado y la posterior extinción del estado en una fase superior como elemento de dominación de una clase sobre otra, no son garantías de la emancipación de la mujer. No sólo ha de emanciparse de su rol de clase, si no de los roles que ha impuesto el patriarcado, asumidos por el capitalismo, los cuales deben eliminarse con el paso de los años y de la educación de nuevas generaciones que crezcan y se eduquen en una sociedad libre e igualitaria.

Es una tarea dura. Toda la clase obrera, y más todavía la militancia de las organizaciones revolucionarias y de los Partidos Comunistas, deben hacer suyas. Explorar, analizar y aportar soluciones a un patriarcado que también influye negativamente al hombre. Un hombre al cual se le empuja y educa socialmente a ser decidido, valiente, fuerte, atlético, gran amante, con prestigio social, líder, etc. Todos ellos lastres que también toman forma y se reproducen en el interior de las organizaciones de clase. Organizaciones en las que a día de hoy, la representación femenina es todavía minoritaria. Por mera imposición social resulta complicado tener en cuenta, con igualdad de criterio, los planteamientos de nuestras compañeras en una asamblea, a la hora de tomar decisiones de relevancia que afecten a cuestiones organizativas de calado. Más evidente todavía cuando se trata de tomar parte en acciones que conllevan un alto grado de violencia, donde es evidente el género predominante de las personas que las llevan a cabo. No son decisiones individuales. La trascendencia del género es una realidad y también afecta a nuestra militancia y a la masculinización de la violencia revolucionaria, la cual también debe ser sometida a una crítica de género. Crear acciones donde pueda haber dudas, miedo, debilidad, etc.

 Tampoco se trata de buscar una equidad, una paridad. Ello no es sinónimo de igualdad. No es buscar la imagen de 5 hombres y 5 mujeres subidas a un escenario dando un miting político. De la foto del chico-chica, hombre-mujer; del absurdo binomio heterocéntrico. Evidentemente tampoco de ilustrar toda propaganda con figuras e imágenes masculinas, que no reproducen la realidad. No se trata de firmar todo con la etiqueta de “independencia, socialismo y feminismo”, como vienen haciendo las nuevas organizaciones políticas juveniles refundadas en Euskal Herria y Països Catalans, que a la par también hablan de un socialismo acientífico y alejado de todo criterio marxista y leninista. Siendo claro ejemplo de la política de sus mayores, que se esconden bajo las faldas del Estado imperialista español y abogan por una “vía pacífica” a no sé qué socialismo de nuevo tipo, vacío de contenido de clase por su deriva reformista y oportunista.

La emancipación de la mujer no llegará con el triunfo del socialismo. Se darán las condiciones objetivas para construir nuevas relaciones de iguales entre hombres y mujeres, como por ejemplo, para las personas inmigrantes; para todo grupo social que padece discriminación, por su procedencia, género, sexo, etc. Mientras exista el Estado no habrá libertad. Sólo el comunismo puede aportar una democracia verdaderamente completa. Y cuanto más completa sea ésta, antes dejará de ser necesaria y se extinguirá por sí misma. Y con la democracia también desaparecerán las diferencias entre sexos, géneros, razas o naciones.

Mientras, para construir las condiciones objetivas adecuadas y toma de conciencia sobre la importancia de la revolución violenta hasta alcanzar la dictadura del proletariado y acabar con el Estado como órgano de dominación de clase, muchas son las mujeres que han aportado a esta tarea con su ejemplo y su valentía. En gran cantidad de procesos revolucionarios, de Partidos de vanguardia, de organizaciones armadas, etc., han existido gran cantidad de mujeres que han superado los miedos impuestos por el patriarcado, y los suyos propios, para unirse a la lucha revolucionaria.

La edición de esta colección de biografías pretender ser un homenaje a ellas. Un homenaje a sus vidas y su lucha, como claro ejemplo de superación de multitud de piedras en el camino puestas por el patriarcado y el capitalismo para negar a las mujeres su papel en la sociedad. Los ejemplos que nos aporta la verdadera memoria histórica, la memoria de hombres y mujeres en la lucha internacional de la clase obrera.

Los ejemplos de sus vidas nos llevan a pensar sobre la importancia de la revolución socialista, sobre el reconocimiento de la dominación del proletariado, de su dictadura, de un poder no compartido con nadie y apoyado en la razón de la fuerza armada. Todas ellas figuras de mujeres que entendieron la necesidad y la teoría de la revolución armada como herramienta de toma de poder. 


Mujeres que tomaron parte en el proceso revolucionario más determinante de la historia, la revolución socialista de octubre de 1917 y fueron dirigentes políticas, como Alexandra Kollontai. Rosa Luxemburg fundadora del Partido Comunista Alemán junto a su compañera Clara Zetkin y que lideraron la revolución de 1919 en Alemania. Constance Markievicz y Helena Moloney combatientes del Irish Citizen Army durante el Alzamiento de Pascua en Dublín en 1916. Tereza Ocsko y Lydia Litvyak, combatientes comunistas contra el fascismo durante la II GGMM, la primera partisana del Partido Comunista Rumano, la segunda combatiente en las FFAA de la URSS, o la francotiradora Lyudmila Mijailovna. Arlen Siu, Cecilia Magni, Haydee Santamaría o la alemana Monika Ertl, que participaron en los procesos guerrilleros de liberación en Latinoamérica en el FSLN (Frente Sandinista de Liberación Nacional), el FPMR (Frente Patriótico Manuel Rodríguez de Chile) y en la guerrilla boliviana. Las militantes de ETA (m) Maite Pérez Sever y Susana Arregi o la militante de ETA (pm) Mari Rey Dopazo. Las guerrilleras de los GRAPO Josefa Jiménez Zamora, Mª Dolores Castro Saa, Isabel Santamaría y Mª Dolores Lopez. María Cagol de las Brigadas Rojas, Ulrike Meinhof de la RAF o Miriam Daily del Irish National Liberation Army (INLA – organización armada socialista irlandesa), todas ellas asesinadas por los respectivos estados imperialistas ante los cuales se alzaron en armas. O figuras claves de la política como la militante del Frente Popular de Liberación de Palestina, FPLP, Leila Khaled, la socialista irlandesa Bernadette Devlin, Assata Shakur militante del Partido Panteras Negras y de la organización armada Black Liberation Army, actualmente refugiada política en Cuba. O Maria Mercè Marçal, fallecida en 1998, figura clave del independentismo y la lucha feminista en PPCC. Y la extraordinaria figura de Rosario Sánchez Mora, La Dinamitera, que combatió contra el alzamiento fascista español.

La memoria y el legado de la mujer en la lucha revolucionaria. Una lucha que alimenta una fuerza incombustible: la fuerza del pueblo. La capacidad de la clase trabajadora, para deshacerse de cualquier lastre por cuestiones de género, raza o sexo, para tomar conciencia, organizarse y luchar para asestar los golpes más duros y certeros al aparato del Estado burgués y el imperialismo, a través de la fuerza del pueblo, es decir, la revolución armada para alcanzar el comunismo.

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